“Estamos
soñando, no tenemos ningún tipo de presión. Vamos a seguir
luchando. ¿Por qué no es posible ganar el campeonato?”. Con esa
contundencia, liberación de exigencia y elevación de autoestima, se
presentó Claudio Ranieri en la rueda de prensa previa al partido que
iba a cerrar una etapa de tres encuentros denominados como
“decisivos”. A saber: Liverpool (H), Manchester City (A) y
Arsenal (A). Tanto por la erradicación de “outsider” y
“underdog” con la que contaban hace escasas jornadas como por la
exhibición, a nivel global, de su candidatura firme, compacta y
férrea para conquistar la Premier League. Por primera vez en su
historia. Sin precedente alguno. Con la fijación de inmortalizar el
nombre del Leicester City para el resto de la historia.
En
un contexto de máxima exigencia, ante dos históricos del panorama
nacional y la entidad llamada a dominar Inglaterra en el presente
lustro, la actitud del Leicester no varió un ápice, así como su
despliegue dentro del terreno de juego. Las permutas y los mecanismos
se mantuvieron, si bien es cierto que no existía razón alguna para
modificar lo que, hasta el momento, les había ubicado en la primera
posición de la clasificación sin atisbos de fracturas. La
resolución, por tanto, era vislumbrar si después de tres partidos
tan complejos iban a demostrar capacidad ganadora. Ésa que atesoran
los equipos acostumbrados a lidiar con títulos cada temporada.
En
la totalidad de los encuentros han defendido con un bloque medio,
incluso bajo, con la finalidad de recuperar el balón y tener metros
para atacar. Ha sido en esa tesitura, con espacios, donde las
capacidades del Leicester en ataque se expusieron e incrementaron de
manera realmente elevada. Contexto donde Vardy se encuentra más
cómodo y, además, está cuajando la temporada más completa y de
más nivel en su carrera deportiva. La dependencia del estado de
forma de su figura y acierto/efectividad en sus acciones ha sido uno
de los componentes más influyentes para entender los resultados
cosechados. De hecho, lo que el Leicester forzaba era establecer una
situación de uno contra uno entre el delantero inglés y el defensa
rival. Partiendo Vardy, incluso, con inferioridad territorial, sin
constituirse ello como un déficit contraproducente, la acción se
producía con frecuencia.
No
influía en exceso ni “importaba” sobremanera porque era una
situación de juego forzada. Tanto Okazaki como Mahrez se ubicaban
siempre colocados de manera racional, con una ubicación espacial
estudidada y medida. El primero detrás de Vardy para aprovechar los
desvíos rivales a zonas centrales y el segundo, más escorado a una
banda, indistintamente, si bien con más frecuencia era la habitual,
la derecha; para establecer como recurso secundario el disparo desde
fuera del área, recorte y superación de marcas rivales o pase a
Vardy que, por su enfrentamiento aéreo anterior, se encuentra libre
de marca. Si a ello se le añade que ese “kick and rush” está
interiorizado en la cultura británica, la ecuación deriva en
aceptación, convicción y eficiencia.
La
generación de juego ha sido siempre tan simple como efectiva:
balones a la línea ofensiva rompiendo líneas de presión. Ya fuera
mediante envíos aéreos o rasos, la conexión entre los mediocentros
y los jugadores ofensivos se realizaba con una facilidad inusual.
Kanté y Drinkwater forman el doble pivote que, en gran medida,
explica el buen rendimiento del Leicester por su aportación en lo
defensivo. Sin complicaciones con el esférico en posesión, al no
ser ninguno de los dos jugadores excelsos en tareas de combinación,
su actuación ha resultado fructífera para el colectivo. El objetivo
meridiano era habitar en campo rival con la menor cantidad posible de
efectivos del contrario, puesto que los recursos ofensivos propios se
basaban en dos o tres jugadores. Esto es: Okazaki como primer apoyo,
Vardy como lanza y Mahrez como creativo.
No
obstante, a pesar de ser el encargado de aportar desequilibrios con
el balón y pases entre líneas, Mahrez ha destacado por su
aportación defensiva. En campo propio y ante los extremos o
laterales rivales, reside un asunto trascendental para comprender y
asimilar la ideología del combinado de Ranieri. Todos los jugadores
son protagonistas en la presión al rival. El hecho de ubicar a la
(casi) totalidad del equipo en campo propio cuando el rival genera
juego a partir del esférico, favorece al esfuerzo colectivo por la
ubicación espacial estrecha, junta y compacta. No obstante, existe
un halo de impresión al contemplar al jugador más creativo en
ataque realizar marcas defensivas, si bien en ocasiones su colocación
es deficiente y concede demasiados espacios en repliegue. Ese
desgaste físico, impensable de demandar a otros jugadores en otros
equipos, eleva su actuación varios niveles. Por compleja,
consistente y completa. En ningún momento ha perdido la frescura de
piernas y mental en los metros finales, como quedó constatado en el
gol ante el Manchester City, siendo tan poco frecuente como meritorio
englobar un rendimiento continuo en ambas facetas.
Esta
aportación defensiva de Mahrez se ha visto beneficiado por la
estructura defensiva del equipo. Al establecer dos líneas de cuatro
efectivos o una de cuatro y otra de cinco – dependiendo de la
ubicación de Okazaki – las permutas eran más fáciles de realizar
por el menor espacio a cubrir. Como si estuvieran unidos por una
cuerda invisible, las transiciones de una banda a otra eran
realizadas con una frecuencia similar y armónica. La finalidad no
era otra que recuperar el balón y salir en transición para explotar
velocidad y espacios. En ese preciso momento, la posición de los
defensas rivales es incómoda para seguir la carrera de los jugadores
del Leicester. Sus piernas están colocados en lateral y su cuerpo no
tiene una posición fija de cara al rival o a la portería propia.
Ahí, sin una coordinación plena, los desmarques y la conducción de
los jugadores ofensivos de Ranieri se ven favorecidos. No en vano,
Vardy es el máximo goleador de la Premier League, con 18 tantos, y
Mahrez contabiliza 14 más.
Pero
la exposición en primera línea de exposición en el Leicester
también ilumina a un jugador que no posee una responsabilidad
ofensiva marcada. Kanté se está convirtiendo en la revelación del
campeonato y su omnipresencia recuerda a la de su compatriota francés
Makélélé. Es el segundo jugador que más tackles realiza por
partido (4.2), sólo superado por Lucas Leiva (4.6), y el que más
intercepciones lleva a cabo de media (4.2), según datos de
WhoScored. Además, la libertad de movimientos que le concede Ranieri
a lo largo de todo el ancho de la parcela central del campo se ve
amplificada con sus apariciones en campo rival en fase ofensiva. No
ha sido inusual contemplar a Kanté conducir el esférico cerca del
área rival tras recuperación, sumándose como un efectivo ofensivo
más.
El
registro final del Leicester tras la disputa de estos tres partidos
ha sido de dos victorias (Liverpool y Manchester City) y una derrota.
La diferencia de puntos con respecto a sus más inmediatos seguidores
por la conquista de la Premier League se ha visto reducida un punto,
de tres a dos. Aún así, el mensaje que han mandado a todo el
continente británico ha sido claro y rotundo: son “contenders”
reales hasta la última jornada. A falta de la disputa de 12
encuentros, su candidatura es más sólida que nunca. Fiel reflejo de
su idea de juego. Despejando dudas como si de envíos a su área se tratasen.
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